El tiempo entra en esta infelicidad, sin saber cuando saldra. La tengo y cuanto más pienso en ella, más me alejo en mi existencia. Una existencia vaga, una existencia mundana, una existencia..., ¿pero existo?. Me miro al espejo y me sorprendo, ¡existo!, pero acaso soy yo, el que despierta, el que se busca la vida, el que medita. A veces siento, qué el que veo en el espejo es un ser que se transforma de un instante a otro, en ese lapsus soy presencia soy transparencia, pero si medito me tranquilizo, ¡existo!. Pero para quien, para mi mismo, para el vecino, para la gente que pasea en la calle, para el que me quiere, ¿o para el que se quiere a si mismo?, a costa de mi felicidad.
Voy a aguardarla como sifuera un tesoro, ¿pero donde?, ¿pero como?..., lo guardare en mi cajon...., si lo guardo no podre oferecersela a los que me rodean, sera solo mía. En la medida que es solo mía no sera de los demás, y si los demás la encuentran me la quitaran..., ya se lo que hare, la guardare en mi cajon pero con dos llaves.
Mi cajon es pequeño, huele a mar, a campo, a esencia de una vida pasada, mi cajon palpita, late e incluso muchas veces siento su dolor. Su dolor es el mio, mi inquietud produce su sufrimiento, con su sufrimiento produce mi inquietud.
Pasa el tiempo y me doy cuenta que mi cajon no sirve para guardar algo eternamente, necesita ser compartido, me embarco en está duda, que al final resuelvo de momento..., y decido..., con la segunda llave abrire mi cajon, ¿para que necesitaria la primera?. Con la primera creé mi propia seguridad, por lo menos es lo que yo pretendo, aunque me autoengañe creando mi auto-felicidad. Que felicidad tan vaga, que felicidad más mundana, con está felicidad me doy cuenta que existo, pero por cuanto tiempo, por cuanto tiempo he de ser feliz a costa de la infelicidad de los demás..., prefiero no ser feliz nunca, ya que mi felicidad es a costa del projimo. Es una felicidad egolatra en el momento en que espere algo de los demás, por lo que no quiero ser un bandolero, apostado en los peñascos, en las esquinas oscuras, buscando la traición, el engaño. El enajenar algo puro supone enajenar una esencia, esencia que varia en el tiempo, en la percepción de nuestra realidad con la que nos rodea, y cuando creemos tenerla en nuestras manos, atraviesa nuestros dedos al tratar de cojerla, de poseerla, de hacerla nuestra, como el agua que fluye de los torrentes sin rumbo fijo, sin un final, pues el mar es su final irreal..., el agua se filtra, se evapora, se regenera donde uno menos se lo espera, agua pura, agua cristalina, pongo la mano y trato de retenerla..., pasa el tiempo..., ¡que infelicidad!, no soy capaz. Me alegro por momentos en mi infelicidad, ya que sino soy capaz es que no la retengo, por lo que nadie lo hara.
Me doy cuenta que el tiempo pasa por mi felicidad, pues es eterea, dificil de medir, no acierto a adivinar si soy más desdichado ahora que en instantes pasados, por lo que llego a otra conclusión, que no sé si es irreal, ¿es la felicidad inherente a un ser?, un dilema dificil de resolver. ¿Cuanta infelicidad he de soportar?, para poder llegar a ser feliz.
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