Suena el despertador, tenemos que levantarnos para ir a trabajar toda una desmotivación para convencernos nosostros mismos, que algo hemos hecho mál. No pensamos en que si no tuvieramos trabajo todo sería aun peor. Hay quien piensa que sin trabajar serian más felices, ¿pero algo tendrían que hacer?, lo que sucede qué cuando es voluntario no se califica como trabajo, sería ocio, pues esa es la sensación que tenemos. El individuo se desmotiva, lo que repercute en él mismo y en el trabajo, por lo que convierte su vida en un fracaso. Está actitud no es más que el grado de inclinación que nosotros le damos a nuestras vidas. Nosotros mismos somos los que castigamos nuestro propio fracaso ante una realidad que puede ser diferente, y nos convertimos en juez y parte ante situaciones que en la mayoria de las veces no podemos comprender ni resolver.
Un individuo que hace frente a la vida, está obligado a fracasar. Es necesario fracasar para poder triunfar, y así conocer cuales son nuestras limitaciones con respecto de los que nos rodean. El fracaso es una consecuencia necesaria para poder experimentar y tomar decisiones, para así poder completar el proceso de aprendizaje.
El fracaso en sí, es tomar una decisión que quizas hayamos tomado antes y que no hemos aprendido nada de ello. Todo impulso de hacer algo, tienen que ir encaminado en aprender del error y promover el fracaso relacionandolo directamente con el aprendizaje.
Sin el fracaso no damos paso a la innovación en nuestras vidas, de nuestros proyectos, de nuestras relaciones con los demás, del futuro..., llegado a este punto todo lo demás nos llegara. Llegado el fracaso, el paso siguiente y natural es el valor de la actitud, ya que la actitud completa el papel vital del individuo. Sobre la actitud pesan varios conceptos como el propio fracaso, las oportunidades, la esperanza y el equilibrio entre estas fuerzas supone el equilibrio vital de desarrollo del individuo.
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